Investigadores españoles han desarrollado en el MIT un sistema para producir electrodos de baterías de vanadio, usadas en almacenamiento de energías renovables, a partir de la quitina, un polisacárido que...
Investigadores españoles han desarrollado en el MIT un sistema para producir electrodos de baterías de vanadio, usadas en almacenamiento de energías renovables, a partir de la quitina, un polisacárido que se encuentra en el exoesqueleto de crustáceos e insectos. La ventaja de este componente es que, además de carbono, contiene nitrógeno, que se incorpora a la estructura del electrodo durante el proceso de transformación y mejora su rendimiento (Agencia Sinc).
Un proyecto de investigadores españoles en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) propone usar la quitina presente en la cáscara de los curstáceos para producir baterías de flujo de vanadio. Los resultados del trabajo se han publicado recientemente en la revista ACS Sustainable Chemistry & Engineering.
Según explica a SINC el ingeniero químico Francisco Martín-Martínez, uno de los autores, “las baterías de flujo redox de vanadio, a diferencia de las de litio, utilizadas, por ejemplo, en automoción, no proporcionan una alta densidad energética, pero sí un gran volumen de almacenamiento a bajo coste, lo cual las hace idóneas para almacenar energía procedente de fuentes renovables, como la solar y la eólica, que son de producción intermitente”.
Martín-Martínez, experto en el desarrollo de materiales bioinspirados, señala que para que el flujo de electrones sea posible de un lado a otro en la batería, se suelen usar electrodos de carbono: “Nuestra propuesta consiste en producir estos electrodos a partir de la quitina, un material procedente de las cascaras de las gambas. La quitina es un polisacárido, no muy distinto de la celulosa, que se encuentra, por ejemplo, en el exoesqueleto de los crustáceos e insectos”.
Mejor rendimiento
La peculiaridad de la quitina –dice– “es que, además de carbono, tiene también nitrógeno, que se incorpora a la estructura del electrodo durante el proceso de transformación y mejora su rendimiento”. Este parámetro ha sido caracterizado con detalle por los autores en el trabajo.
En este sentido, el equipo ha demostrado los beneficios del nitrógeno en la estructura química del electrodo, ya que facilita la transferencia de electrones procedentes de los iones de vanadio. “Obviamente, existen electrodos de carbono que pueden dar un rendimiento mejor, pero la clave de este proyecto, es cómo producir estos electrodos a partir de desechos, en este caso la quitina de las cáscaras de los crústáceos”, destaca Martín-Martínez.
Por tanto, “su beneficio no está solo en el buen rendimiento, sino en el bajo coste del material de partida y en la producción de unos electrodos más sostenibles, dada la reutilización de un residuo”, agrega.
En la actualidad, este tipo de electrodos se hacen principalmente de poliacrilonitrilo carbonizado, un polímero de síntesis, por lo que su producción a partir de un desecho como la quitina supone, en opinión de este investigador, “una alternativa más sostenible”.
El investigador comenta que “estos electrodos producidos a partir de desechos de gambas se podrían aplicar también en supercondensadores, unos dispositivos electroquímicos que proporcionan una muy alta densidad de energía, e incluso en procesos de desalinización, “aunque nosotros nos hemos centrado en las baterías de flujo redox de vanadio”, aclara.