«Chile es el segundo productor del mundo de salmón, pero es por lejos el que más produce salmón recomendado por Seafood Watch (Best Choice & Good), muy por encima de...
«Chile es el segundo productor del mundo de salmón, pero es por lejos el que más produce salmón recomendado por Seafood Watch (Best Choice & Good), muy por encima de Noruega que es el principal productor del mundo. Chile posee el 40% de todo el salmón bien calificado o recomendado», señalaron desde Salmones Camanchaca.
Reproducimos la declaración de Ricardo García, vicepresidente de Salmones Camanchaca, sobre reciente reporte de Seafood Watch. García es, además, presidente de Chilean Salmon Marketing Council y director de Salmon Chile.
«Monterey Bay Aquarium SeafoodWatch es una organización respetable que ayuda a consumidores y productores de alimentos del mar a tomar decisiones que ayuden a mantener los océanos más saludables. Compartimos plenamente este propósito pues el mundo y especialmente Chile necesita aprovechar los recursos del mar para alimentarse y reducir la inmensa presión que los cultivos de tierra generan sobre el planeta. En efecto, la Tierra tiene cerca de un 70% de mar, y solo 30% de tierra de la cual solo una parte pequeña se puede usar para cultivar, lo que ha significado una sobreexplotación de las tierras de buena calidad; la deforestación es un claro ejemplo. El mar, por el contrario, está poco aprovechado, y como las pesquerías silvestres están al límite de su explotación, la acuicultura ha venido en las últimas décadas a dar la solución “azul” al desafío de alimentar al mundo de forma saludable».
«El volumen de producción chileno es superior a todo el salmón de igual calificación de Canadá, Escocia e Islas Faroe en conjunto. Casi un quinto de nuestra producción está bien calificada, comparada con menos de un décimo en Noruega, el principal competidor. Curiosamente, muy poca atención ha sido puesta sobre aquellos».
«Las recomendaciones de SeafoodWatch están basadas en 10 principios, y en el 80% de ellos Chile sale bien parado; nada se dice sobre eso. Los principios en que el salmón chileno está bien son (i) sistemas robustos de información para hacer seguimiento donde se reconoce que en Chile ha habido grandes avances. (ii) sistemas adecuados para evitar que escurran afluentes a las aguas que dañen el medio ambiente; (iii) ubicación apropiada de los centros de cultivo para preservar equilibrio del ecosistema; (iv) el uso de alimentos de fuentes sustentables; (v) sistemas que permitan prevenir o reducir la multiplicación de parásitos que puedan afectar las especies silvestres; (vi) uso de peces que provengan de pisciculturas desde sus orígenes para evitar impacto sobre las especies silvestres; (vii) sistemas que prevengan impactos sobre depredadores para evitar su sobrepoblación, donde Chile tienen sistemas muy superiores a todos los demás productores del mundo; (viii) sistemas que previenen la introducción de otras especies o patógenos producto del traslado de peces».
«Hay muchas cosas buenas en Chile, más que en otros países productores, aunque ello no es autocomplacencia, y hay mucho trabajo por hacer. Pero hay que ser objetivos en los juicios».
Las principales objeciones de Seafood Watch para el salmón de Chile están basadas en los principios que evalúan el uso de antibióticos en el cultivo, y los escapes de peces desde los centros de cultivo.
«Sobre el uso de antibióticos, la comparación parece ser Noruega, que tiene poco uso. Pero la crítica luce como si en Chile lo usáramos voluntaria e indiscriminadamente, lo que es erróneo. En Chile se requiere de una orden de un médico veterinario quien debe acreditar que los peces a tratar están enfermos y debe ayudárseles a sanar. Lo contrario sería contra todo cuidado al bienestar animal. No hay uso de AB de forma preventiva ni voluntariosa. Por otro lado, el principal antibiótico utilizado en Chile es de uso exclusivo para medicina veterinaria y de eliminación rápida, y los salmones que llegan a los platos de millones de consumidores en el mundo son libres de antibióticos pues las regulaciones de todos los mercados obligan a los productores a esperar un buen lapso de tiempo entre el tratamiento si se ha producido, y el faenamiento del pescado, de forma que el filete o la porción que una persona se come está libre de antibióticos».
«Sobre este punto también es relevante destacar que la industria Chilena a través de Salmon Chile y el Chilean Marketing Salmon Council se comprometieron hace unos 3 años atrás con la organización Monterrey Bay Aquarium, a reducir el uso de AB mejorando prácticas operacionales e incorporando nuevas tecnologías que mitiguen los riesgos, entre las que está uso extenso de vacunas que, aunque no del todo efectivas, sí ayudan; o el uso de alimentos funcionales que mejoren las capacidades inmunológicas de los peces. Los avances han sido destacados con rebajas substanciales, aunque aún hay progresos por hacer. Las empresas están comprometidas con esto pues es una fuente de significativas mejoras para los resultados de la actividad; las enfermedades son muy caras también para las empresas, y a nadie le conviene, salvo quizás a nuestros competidores fuera de Chile».
«Sobre los escapes se dice que serían una amenaza de la industria. Pero es relevante aclarar que en Chile se cultivan tres especies de salmónidos (i) Salmón Atlántico (ii) Trucha Arcoíris y (iii) Salmón Coho. Sobre el Salmón Atlántico, el principal, la evidencia científica ha mostrado que es una especie incapaz de establecer poblaciones naturales en el sur austral de Chile, y que no interactúa con especies silvestres del mismo tipo, como sí ocurre en el hemisferio norte. Sobre las otras dos especies, es importante indicar que existen poblaciones silvestres que se establecieron anteriores al desarrollo de la salmonicultura moderna, producto de iniciativas del gobierno chileno en conjunto con agencias de desarrollo de Japón y los Estados Unidos, de lo que se deduce que no resultará un establecimiento de nuevas especies en el sur austral de Chile que pudiese poner en riesgo poblaciones autóctona».
Lo anterior busca contextualizar este principio abordado por SeafoodWatch, y en ningún caso justificar los escapes, que son accidentes producto de una deficiente gestión de riesgos operacionales en los centros de cultivo; no son inevitables de la salmonicultura. En este contexto, la autoridad chilena ha modernizado recientemente su normativa de estructuras de cultivo para reforzar substancialmente las jaulas, cabos y boyas utilizadas en los centros de cultivo, lo que -asociado a mejores sistemas de gestión de las empresas- debiese reducir significativamente los eventos de escapes».