Por Peter Child, BSc; MT ; MSc Aquaculture. Llama mucho la atención que aquello que hace unos años atrás habría sido impensable siquiera de discutirse, hoy no es un tema...
Por Peter Child, BSc; MT ; MSc Aquaculture.
Llama mucho la atención que aquello que hace unos años atrás habría sido impensable siquiera de discutirse, hoy no es un tema de debate, pues todos los actores de la industria del salmón están (aparentemente) alineados y en total acuerdo con que los reproductores de salmónidos puedan mantenerse en el mar.
¿Qué pudo haber ocurrido para modificar uno de los principales paradigmas del control sanitario post crisis del virus ISA, donde casi por mandato divino, los peces destinados a reproductores debían ser mantenidos durante toda su vida en agua dulce? Más aún, la construcción de decenas de pisciculturas mediterráneas, principalmente en la Región de La Araucanía y lejanas a la costa, con inversiones de cientos de millones de dólares, fueron el testimonio físico de sustento y pilar de validación a dicho modelo de producción. Hoy, todo aquello se ha flexibilizado en la intención, ha vuelto a la naturalidad que requieren las especies anádromas. ¿Pero qué motivó realmente este giro radical a la manera chilena de cultivar salmones? ¿Habrá algo oculto, movido por manos negras, o realmente queremos respetar el bienestar animal y naturaleza de los salmónidos, como lo fue en los inicios de la industria?
Los más pragmáticos aseguran que el paulatino y creciente deterioro de la calidad e inadaptabilidad de los smolt, producidos exclusivamente en agua dulce y sistemas RAS, al ingresar al mar, resultaron ser el primer gran argumento para iniciar el regreso a lo natural.
Sin embargo, pareciera que hay una razón mucho más económica y menos biológica que la anterior. La promoción para la aceptación de mantener a los reproductores en mar sería más bien una especie de “premio de consuelo” o “moneda de cambio” impulsado por un pequeño, pero influyente sector de la industria que pretende, en contrapartida, inmovilizar la actual regulación transitoria sobre distancias mínimas entre los centros destinados a reproductores y aquellos de engorda. En este sentido, la normativa actual estipula la existencia de barrios de reproducción y genética que deben tener una distancia mínima de 7 millas náuticas (m/n) con otros centros de cultivo y/o acopio; y de 2,5 m/n con otros de reproductores.
Lo particular de dicha medida es que tales restricciones transitorias, dada la actual estructura de la industria, impiden en los hechos la existencia de tales barrios, los que a pesar de los esfuerzos de la autoridad, luego de 6 años de publicada la norma, no se lograron establecer. Lo anterior resulta muy conveniente para una empresa en particular, la que gracias al gran número de concesiones marítimas que posee y a la distribución de ellas en los diferentes barrios, haría prácticamente imposible que otras empresas pudiesen establecerse con reproductores en el mar. De ahí que esta misma empresa esté en absoluto desacuerdo con las nuevas recomendaciones que propone la Comisión Nacional de Acuicultura (CNA), impidiendo, de hecho, el libre acceso a otras empresas a tener reproductores en el mar, manteniendo una situación de privilegio única.
La propuesta de la CNA, sentada sobre sólidas bases para la protección sanitaria de la industria, tiene como principal medida un cambio reductivo en las distancias entre los centros de reproductores con otros centros de cultivo, relacionados al número de peces que se mantendrán en ellos. Si el centro tuviese hasta 200.000 reproductores, entonces la distancia con otros centros de reproductores, acopio, engorda o esmoltificación podría ser menor de 2,5 m/n. Si la cantidad de peces es de un máximo de 300.000 ejemplares reproductores, entonces su distancia con otros centros aumenta y debe ser de al menos 2,5 m/n.
En resumen, la CNA intenta con bases sanitarias, desmonopolizar la actual normativa sobre reproductores en el mar. Al respecto, recordemos que hace unas pocas semanas atrás, un conocido gerente de una importante salmonera de la Región de Magallanes, fue muy claro en denunciar parte de este mismo tinglado, lo cual le ha valido muchas incomodidades y presiones en su contra, merced a su valentía por hacer pública esta acción planificada que iba en contra de la industria, pero favoreciendo mezquinos intereses de pocos.
Nueva y tristemente podemos visualizar que el freno o aceleración a ciertas normativas impulsadas por la autoridad para mejorar y/o proteger la actividad salmonera, son manejados por mezquinos intereses y, además, disfrazadas de acciones por el bien común. El abastecimiento de material genético de calidad debe estar disponible para la industria en su conjunto, de manera de sustentar y garantizar el mayor progreso genético de la salmonicultura nacional.