
Investigadores analizaron cómo se define la densidad de siembra en salmonicultura y su impacto ambiental, proponiendo mejoras regulatorias.
Investigadores de las líneas “Salud animal en estadios tempranos de salmónidos y recursos nativos” (RP2) y “Sustentabilidad Socioeconómica” (RP5), del Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola (INCAR), presentaron un nuevo Policy Brief que analiza los factores que determinan la elección del tipo y densidad de siembra en la industria salmonera chilena.
Chile es el segundo productor de salmones a nivel mundial, y su industria es regulada por una estricta normativa. Desde 2009, la producción de salmón en el país se organiza a través de agrupaciones de concesiones de salmónidos (ACS), comúnmente conocidas como barrios. La conformación de estos barrios no se basó en criterios científicos ni ambientales; sino en una justificación operativa como la proximidad a grandes urbes y a rutas marítimas.
Regulación
Tras la crisis del virus ISA, el ente regulador estableció normas que determinan el número máximo de peces (densidad) que pueden ser ingresados a las jaulas de los centros de cultivo marino al inicio del ciclo productivo, considerando el peso de cosecha final. Esta regulación no considera los factores ambientales específicos de cada concesión, y únicamente el desempeño sanitario parece influir en la densidad permitida. De acuerdo con la normativa, las empresas deben elegir entre dos sistemas de densidad mutuamente excluyentes:
El sistema de siembra por densidad determina el máximo número de peces que se deben sembrar por jaula al inicio del ciclo productivo, lo cual depende de un puntaje asignado por: 1) un reporte ambiental que representa un 10% del puntaje total, 2) la mortalidad en el ciclo anterior y 3) la proyección de la cosecha.
Por otra parte, el sistema por porcentaje de reducción de siembra determina el crecimiento o reducción en el número de peces a sembrar en todos los centros de cultivo que pertenecen a un mismo concesionario de acuerdo con: 1) la mortalidad, 2) uso de antibióticos y 3) uso de productos farmacológicos durante el ciclo de cultivo anterior.
Mortalidad
Los incentivos bajo ambos sistemas son distintos. El sistema de siembra por densidad busca minimizar la mortalidad (bajo el 5%) y no incrementar la producción, mientras que el sistema por porcentaje de reducción de siembra intenta reducir la mortalidad (bajo el 14%) y reducir el uso de antibióticos y productos farmacológicos para el control del piojo de mar. Por tanto, el único determinante común para ambos sistemas es la mortalidad. Además, bajo ambos sistemas, el peso esperado de cosecha de la especie sembrada es el mismo, aunque en la práctica el peso promedio reportado excede al esperado.
“Por tanto, ¿Quién decide y qué motiva la decisión del tipo de siembra y densidad en la industria salmonera chilena? Es el concesionario, quien, una vez cumplidos los requisitos establecidos en la normativa, elige el sistema de densidad y que coincidentemente busca producir a máxima densidad. En este contexto, es preocupante el hecho que ninguno de los dos métodos considere el impacto que podría sufrir el ecosistema acuático; sólo el sistema de siembra por densidad lo valora en un 10%, mientras que el sistema por porcentaje de reducción de siembra no lo considera y es, este último, el más utilizado”, dicen los autores en el documento.
Recomendaciones
Los Investigadores recomiendan para las políticas públicas lo siguiente:
- El sistema regulatorio podría mejorarse mediante la incorporación explícita de la capacidad de carga de cada zona de cultivo, considerando tanto las características geográficas como los límites ecológicos. Esto incluye: Factores físicos: Profundidad, corrientes y tamaño del área, que determinan la capacidad del entorno para dispersar nutrientes y desechos, y Capacidad ecológica: La biomasa máxima que el ecosistema puede soportar sin sufrir daños irreversibles, considerando indicadores como la tasa de sedimentación, concentración de sulfuros de hidrógeno, capacidad de dispersión de nutrientes y los impactos en especies no objetivo.
- En particular, sería esencial evaluar la efectividad de las medidas regulatorias. Un ejemplo concreto podría ser la aplicación de límites diferenciados a cada concesión, basados en sus puntajes productivos, físicos y ecológicos. Estos límites deberían complementarse con monitoreos periódicos de Niveles de oxígeno disuelto en el agua y Estado de recuperación del fondo marino tras el sometimiento a sistemas de cultivo.
- Además, podría analizarse cómo la capacidad de carga de una concesión influye en la prevalencia de enfermedades, como la piscirickettsiosis y la infestación por piojo de mar, así como en el grado de recuperación de los fondos marinos afectados por la actividad productiva.
- El sistema regulatorio actual debería transitar a uno de tipo ecosistémico, lo cual permitiría reducir las externalidades negativas y mejorar la percepción tanto de las comunidades aledañas a los sitios donde se ubican las concesiones como la de la sociedad en general respecto al impacto que realiza la salmonicultura en el ecosistema acuático.