Columna de Opinión Dra. Sandra Bravo; Universidad Austral de Chile El piojo de mar es sin dudas la principal amenaza que ha enfrentado la industria salmonicultura desde los inicios de...
Columna de Opinión Dra. Sandra Bravo; Universidad Austral de Chile
El piojo de mar es sin dudas la principal amenaza que ha enfrentado la industria salmonicultura desde los inicios de la producción en el mar. Este ectoparásito, que en el caso de la especie que parasita a los salmones en Chile, solo tiene un tamaño de 5 mm, es el responsable del severo estrés que genera en los salmones parasitados, producto del daño mecánico generado. Pero no solamente genera daño mecánico, también inmunodeprime a los peces propiciando el ingreso y proliferación de otros patógenos que finalmente les provoca la muerte.
En los inicios de la salmonicultura, estos parásitos fueron efectivamente controlados con productos antiparasitarios, pesticidas desarrollados para el control de plagas en la agricultura y ganadería, pero estos piojos tienen la particularidad de desarrollar resistencia frente a estos productos, como ocurre con los insectos, por lo tanto, cada vez que se aplica un pesticida, los parásitos sensibles mueren y los resistentes sobreviven, incrementando la resistencia por selección genética. Frente a este escenario y frente a la evidencia avalada por una serie de publicaciones científicas que demuestran que actualmente en Noruega y también en Chile, estos parásitos no responden a los tratamientos farmacológicos, han emergido una serie de métodos de control alternativos, no farmacológicos. Destacándose como efectivos en la desparasitación, la aplicación de temperatura (Thermolicer); aplicación de agua a presión (Hydrolicer) y la extracción de los piojos a través de escobillas (Skamik), sin embargo, todos con efectos adversos para el bienestar de los peces debido al estrés que generan. Aun cuando estos métodos se han ido mejorando, tomando en consideración la condición y bienestar de los peces, al igual que los tratamientos aplicados por baño, solo tienen efecto tópico (por contacto). Una vez que el tratamiento finaliza, los peces quedan expuestos a ser parasitados nuevamente.
De acuerdo con los últimos reportes, la abundancia de Caligus rogercresseyi se ha visto incrementada en el último año, lo que evidencia que la eficacia de los tratamientos con Azametifos se ha visto disminuida, lo que es un claro indicador del desarrollo de resistencia por parte del parásito hacia este producto. Por ahora, el Lufenurón ha mostrado ser una muy buena alternativa ya que protege a los peces del parásito por un periodo entre cinco y seis meses, según declaran los productores, pero terminado su efecto, los peces quedan nuevamente desprotegidos y son invadidos por estos piojos.
Sin dudas, el panorama no es alentador ya que los consumidores no aprueban el uso de fármacos por parte de la industria salmonera a nivel mundial, lo que ha llevado a buscar nuevas estrategias de prevención para cumplir con los estándares de sustentabilidad exigidos por el mercado.
Frente a esta situación, al parecer las empresas que están apostando por la engorda en tierra, estarían en ventaja frente al tradicional cultivo abierto en balsas jaulas en el mar. En el mar los peces están expuestos a una serie de situaciones adversas imposible de controlar, como los florecimientos de microalgas, depleciones de oxígeno y ataques de predadores, eventos que generan mortalidad y que por lo general desencadenan cuadros de enfermedad en los peces que sobreviven. El mar además alberga una cantidad inmensurable de virus y bacterias, entre los cuales se ubican los patógenos que atacan al salmón, sumado a los piojos de mar que encontraron en el salmón al hospedador ideal, dado el permanente estrés al cual se ven enfrentados estos peces encerrados en las redes que los mantienen cautivos.
Lo cierto es, qué con la tecnología y el conocimiento actualmente disponible, se puede cultivar el salmón en sistemas controlados en cualquier parte del mundo, siempre que los costos no superen a los ingresos y las ganancias sean atractivas. Lo qué si está claro, es que el piojo de mar ha hecho que los costos para producir un kilo de salmón se incrementen significativamente, y hasta ahora no hay una solución totalmente efectiva para su control.