Investigadores que formaron parte de este viaje desde canal Trinidad hasta la segunda angostura del estrecho de Magallanes, presentaron algunos de sus estudios sobre biodiversidad en la columna de agua...
Investigadores que formaron parte de este viaje desde canal Trinidad hasta la segunda angostura del estrecho de Magallanes, presentaron algunos de sus estudios sobre biodiversidad en la columna de agua (La Prensa Austral).
El lunes pasado se instaló en el muelle Prat de Punta Arenas, el buque Cabo de Hornos, uno de los mejor equipados para el trabajo científico, y que venía de cumplir con el programa de investigación Científico-Marina en Areas Remotas, Cimar 25 Fiordos, desarrollado por el Comité Oceanográfico Nacional, Cona, con apoyo del Shoa y la Armada de Chile. La primera etapa concluyó el viernes 11 de octubre y estuvo enfocado en la biodiversidad y estudios de la columna de agua y los fenómenos que ocurren. Y la segunda etapa, que se inició el pasado martes, está relacionado con investigaciones geológica-geofísica.
La tripulación de la nave cuenta con 60 marinos y 25 científicos, de distintas zonas del país. Así como hay investigadores de la Universidad de Magallanes, también los hay de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad Católica de Valparaíso, su par del Maule, la Universidad de Antofagasta, entre otras instituciones.
Detalle de algunos estudios
El lunes, el intendente José Fernández visitó el buque Cabo de Hornos, donde pudo conocer algunas de las investigaciones que se realizaron. Uno de los que estaba a cargo de explicar en qué consistieron los trabajos fue el profesor de Ciencias del Mar de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Eduardo Quiroga.
“Fueron estudios, en general, relacionados con marea roja y quistes disponibles para determinar zonas sensibles del área de marea roja; había un estudio sobre las comunidades que habitan en la superficie de la columna de agua y están muy relacionados con el cambio climático, los nutrientes y las zonas de productividad o de baja productividad. Otro proyecto de Paleocenografía donde se hicieron estudios en Bahía Inútil, donde se sacó un testigo sedimentario para ver la variabilidad climática en los últimos mil años. También un estudio sobre biodiversidad de virus y bacterias, a cargo de la PUC, otro sobre estadios tempranos de larvas de peces de la Universidad de Valparaíso y otro estudio sobre diversidad del fondo marino. Hay una gran diversidad pero muy poca información, porque es muy difícil acceder acá, por eso es importante esta investigación”.
En esta zona de difícil acceso, prosiguió Quiroga, la diversidad es alta y “se han identificado muy pocas especies, por lo que estamos tratando de levantar información ahí. Normalmente son equinodermos, corales de aguas frías, crustáceos decápodos, poliquetos, de distintas especies y estaciones”.
En tanto, Juan Cañete, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Magallanes, detalló que su proyecto de investigación “y tiene como objetivo principal caracterizar la biodiversidad, y la estructura de la comunidad neustónica que vive en los primeros centímetros de la columna de agua, que de alguna manera representa la piel de los océanos, que interactúa con la atmósfera y quizás es uno de los ecosistemas más grandes del planeta, ya que la superficie del mar abarca el 71% de la superficie de la Tierra. Es la zona donde se producen grandes procesos biológicos y oceanográficos que determinan la variabilidad y producción que tiene la columna de agua y a la vez, es el sistema que soporta energéticamente, a través de la materia orgánica, las grandes profundidades, porque se produce ahí una ‘nieve’ que está cayendo todos los días, por grandes toneladas, a los fondos marinos. Hay recursos que hacen uso de esa capa, como peces, crustáceos, moluscos, detectamos semillas de choritos en esta capa superficial, hay una importancia grande porque en ella se ve reflejada la influencia del derretimiento de los glaciares y la dinámica hidrológica de los ríos. Nos permite proyectar los resultados para ver si existen cambios potenciales, o tendencias en la biodiversidad que podría provocar una falta de lluvias o un fuerte derretimiento de los glaciares o un gran aporte de agua dulce sobre el sistema de estuarios, que abarca desde la zona de Chiloé hasta la isla Navarino”, profundizó.
Este es el cuarto proyecto que está financiado por Cimar Fiordo, agregó Cañete, en el que “hemos abarcado desde la boca del Guafo hasta la isla Navarino, pero en este caso específico del Cimar 25, se extendió desde el canal Trinidad hasta la segunda angostura del estrecho de Magallanes. Y hemos encontrado cosas interesantes, que nos van a permitir comparar el Cimar 16 con el Cimar 25 después de nueve años qué cambios ha habido. Uno de los compromisos que tenemos con el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada es generar una publicación a partir de estos resultados, como un taller que se va a realizar en noviembre del próximo año en Punta Arenas”.
Para este proyecto, la UMAG trabajó en conjunto con la Universidad de Antofagasta y la Universidad Católica del Maule. Al respecto, el investigador Javier Díaz Ochoa estuvo enfocado en el proyecto de Paleoproductividad Marina, a través de toma de muestras de sedimento. “Lo que queremos con este tipo de estudios es entender mejor cómo es la dinámica de entrada de agua dulce, que tiene que ver con las precipitaciones, el caudal de los ríos y también de los glaciares. Se puede ver cómo ha estado cambiando el derretimiento de esos glaciares a partir de lo que nos muestran los sedimentos, y asimismo, cómo ha cambiado el fitoplancton, zooplancton, y la materia orgánica que va hasta el fondo. Y una arista interesante de todo esto es entender cómo funciona el sistema naturalmente pero además, tratar de identificar cómo puede estar afectando la actividad en estos ecosistemas, porque los sedimentos podemos ir desde lo superficial, que es el presente, hacia abajo, al pasado, en el periodo en que no había actividad humana”.
Por parte de la Universidad Católica del Maule, Alexis Castillo complementó señalando que “La necesidad de colaborar parte en comprender cómo funcionan los sistemas naturales y de qué forma la variedad ambiental que es natural se puede identificar, trabajando en distintos componentes, en distintas matrices ambientales, que en el caso nuestro son el estudio de los sedimentos marinos. Bajo ese paraguas, nos vimos en la necesidad de que teníamos que abordar esta pregunta si efectivamente, posibles cambios en el régimen hidrológico los podíamos identificar a través de señales que quedan en los sedimentos marinos y así visualizamos la necesidad de trabajar con microfósiles, indicadores de tipos orgánicos e inorgánicos, para poder reconstruir nuestra historia, por eso la necesidad de trabajar primero con sedimentos superficiales, luego con muestras o columnas de 20 centímetros y luego con ‘testigos’ más grandes, que logramos recuperar uno de un metro 50, en la zona del golfo Almirante Montt, y otro ‘testigo’ un poco más pequeño en el sector de Bahía Inútil. Entonces la idea es trabajar en la escala actual, pero también en la reconstrucción de cómo eran las condiciones en el pasado, porque así podremos contrastar si la actividad humana está generando alguna señal de variabilidad que es natural”.
Castillo explicó el funcionamiento de un testigo de sedimento marino: “Es una columna de sedimento que logramos recuperar con un instrumento que se llama Gravity Cor, que en este caso es un cilindro de acero inoxidable, que pesa alrededor de 400 kilos, entonces por gravedad se logra enterrar en el fondo y logramos recuperar una muestra. La parte superficial es lo más actual y luego la parte inferior, que es la más antigua. Y logramos saber su edad, a través del estudio de isótopos de plomo 210 por ejemplo, para la primera sección, que deben ser los primeros 10-15 centímetros y luego la sección más antigua, cuyas edades se calculan en base al análisis de los fechamientos de carbono 14. Se le llama testigo porque permite registrar las condiciones ambientales actuales y pasadas, una técnica que partieron los geólogos, pero académicos de distintas disciplinas utilizan, porque permite trabajar en escalas temporales mayores”.
Finalmente, la investigadora de la Universidad de Antofagasta, Lissette Paredes, detalló que su proyecto parte de una línea base, “con respecto al parasitismo que generan los copépodos, parásitos que vienen en la columna de agua e infecta a las larvas de peces que se encuentran en el ambiente marino. Queremos saber qué pasa en esta zona con respecto a la infestación de larvas de peces con estos parásitos. Tenemos base que, en la zona norte y centro de Chile, los parásitos están utilizando a las larvas de peces como medio de transporte para llegar a su hospedador definitivo. El impacto que eso puede generar recae principalmente en las especies que son de cultivo, como en este caso ocurre acá con el salmón, que trae una infestación alta de parásitos, que igual llegan al ambiente de los canales y ambientes marinos, entonces son como vectores: los parásitos están dentro de este hospedador del salmón, luego se sueltan, entran al sistema acuático, pueden reproducirse y sus larvitas van a parasitar a larvas de peces que permanecen constantemente en la columna de agua y la utilizan como un vehículo para llegar a otra especie, que probablemente sea nativa de un ambiente único”.
El martes inició el buque Cabo de Hornos la etapa de investigación Geología Marina, también parte del Cimar 25 Fiordos, ahora, con toma de muestras en el estrecho de Magallanes.