Con una infraestructura mejor que la de muchas universidades, jóvenes de ambos sexos -en su gran mayoría de apartados sectores costeros de Los Lagos y Aysén- trabajan duro para cumplir...
Con una infraestructura mejor que la de muchas universidades, jóvenes de ambos sexos -en su gran mayoría de apartados sectores costeros de Los Lagos y Aysén- trabajan duro para cumplir sus sueños de salir a navegar por los siete mares (El Mercurio).
“Al principio me costó. Sufrí como un año y medio… que a qué venía si en mi país no tenía mar . Después empecé a ser uno más de ellos”. Franz Poma Cori tiene 16 años, nació en Bolivia y es alumno de tercero medio en el Instituto del Mar «Capitán Williams», de Chonchi, Chiloé.
Su llegada al colegio fue, en sí misma, una clase de geografía . Fue en séptimo básico cuando salió de El Alto, en el altiplano boliviano, para radicarse en el archipiélago sureño donde la cordillera de los Andes se hunde en el mar.
Mar, por cierto, que fue causa de burlas de parte de sus compañeros, aunque solo al principio. Según cuenta uno de los inspectores del colegio, el fútbol entrega fallos más fáciles de acatar que cualquiera emanado de La Haya. La sentencia fue así: Poma es bueno para la pelota, fin de la discusión.
El mar es además el foco del establecimiento, creado en 1988. Fundado por el almirante José Toribio Merino, el colegio es como una de las escuelas de la Marina chilena.
Hoy cuenta con una infraestructura muy superior a la de muchas universidades y con la mayor flota de embarcaciones de un colegio en Chile, además de talleres, sala de navegación satelital y hasta una columna de buceo, donde se forman desde tripulaciones pesqueras a técnicos especializados.
-Son jóvenes capaces de armar y desarmar motores, que pueden resolver cualquier emergencia en el mar, desde un incendio a una panne .
Los instructores recomiendan así a los jóvenes, que aprenden también a soldar o hacer redes, bucear en apnea y con oxígeno.
También se marca a fuego el espíritu de compañerismo, una herramienta que no puede faltar en la mar.
Así, puede que las materias requieran fuerza bruta, pero en los pasillos se respira un ambiente cálido, amable, respetuoso, de mucha disciplina.
-Se nos inculcan valores. Hay un ambiente muy especial. Es como una gran familia, donde todos se apoyan, se cuidan.
Cristian Lleucún egresó del IDEMAR hace tres años y hoy estudia Ingeniería en Marina Mercante en la Escuela Piloto Pardo, en Valparaíso.
Emplazado sobre una terraza desde donde se observa el mar interior de Chiloé, el IDEMAR ocupa casi dos manzanas, donde se distribuyen galpones de talleres, salas de clases, administración, los tres internados para 556 estudiantes.
Es como una pequeña ciudad portuaria , de callecitas angostas, con veleros, kayak, motores o maniobras donde estos escolares, de overol y casco, trabajan en circuitos eléctricos, aprenden a soldar y los más afortunados, bucean.
Es el ambiente perfecto, según Eduardo Pavez, jefe de la Unidad Técnico Pedagógica (UTP) del instituto.
-Es ideal para formar tripulaciones chilenas. Se hizo así porque antes de este colegio, los buques en nuestra costa eran operados por puros extranjeros.
Más de la mitad de los escolares viven internos, porque provienen de apartadas zonas de las regiones de Los Lagos y Aysén.
Pero, como si fuera ya un puerto, acá a este colegio llegan niños de todos lados . Además de Poma y su hermana, hay ecuatorianos, colombianos y este año llegó el venezolano Jesús Bencomo, de 16, a cursar segundo medio.
Actualmente, el establecimiento -que depende de la Fundación Almirante Carlos Condell- suma más de mil alumnos entre 7° básico y 4° medio, que cargan una pesada mochila: su índice de vulnerabilidad, que llega al 92%.