Nuevos estudios marcarán una línea base para conocer el estado de estas especies que habitan en el Océano Austral (Centro Ideal). Los corales no solo se encuentran en aguas tropicales...
Nuevos estudios marcarán una línea base para conocer el estado de estas especies que habitan en el Océano Austral (Centro Ideal).
Los corales no solo se encuentran en aguas tropicales cálidas, sino que también en aquellas profundas, oscuras y frías, como en la Antártica. Los octocorales, también conocidos como corales blandos, tienen ocho tentáculos que atrapan cualquier alimento que pase flotando. Generalmente viven asociados a una alta biodiversidad de especies marinas como peces, esponjas, estrellas de mar, anfípodos y algas. Estos grupos crean estructuras tridimensionales similares a bosques, capaces de producir hábitat para otros organismos. Existen algunos muy longevos que, incluso, datan de más de 800 años.
Una reciente investigación busca generar una línea base para conocer el estado de estas especies que habitan en las zonas subantártica y antártica y evaluar su vulnerabilidad frente al cambio climático. Los estudios son encabezados por la bióloga marina, buzo científica y estudiante de doctorado de la Université Laval de Canadá (ULAVAL) y del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), Paulina Bruning.
En colaboración con el Instituto Antártico Chileno (INACh) y el British Antarctic Survey (BAS), Bruning ha extraído muestras de 12 puntos del Océano Austral. Entre ellos, destacan: el Estrecho de Magallanes, el Canal Beagle, el Paso Drake, las Islas Faklands (Malvinas) y diversos lugares de la Península Antártica, como Bahía Fildes en las islas Shetland del sur y Rothera Research Station.
“Los corales son considerados ‘especies fundadoras’, dado que otorgan refugio y entregan sustrato. Habitualmente cuando pensamos en estas colonias nos imaginamos aquellos de aguas tropicales, que son coloridos y densos. Sin embargo, olvidamos que también existen los que viven en altas latitudes” explica la Dra. Leyla Cárdenas, cotutora de la investigación.
A pesar de su importancia ecológica en los ecosistemas marinos, los corales de agua fría han sido poco estudiados. Una de las razones es la dificultad para acceder a ellos: viven habitualmente entre 35 y 3.000 metros de profundidad.
“A diferencia de otros lugares del Planeta, en la Antártica se encuentran en áreas mucho más someras. Por ejemplo, podemos hallarlos desde cinco metros de profundidad, lo que indudablemente facilita la investigación y el trabajo de buceo”, explica Bruning.
Paralelamente, el estudio analizará la divergencia entre los corales de la Península Antártica y aquellos que habitan en el extremo sur del continente americano e islas subantárticas a través de marcadores moleculares, lo que permitirá determinar las diferencias o similitudes genéticas entre unos grupos y otros. Esto, debido a que la Corriente Circumpolar Antártica (CCA) crea una barrera biogeográfica para la dispersión de especies, limitando el transporte de larvas bentónicas entre las plataformas continentales sudamericanas y antárticas y generando oportunidades para la diversificación de especies en el Océano Austral.
Perturbaciones antropogénicas
Los corales de agua fría son de larga vida, de crecimiento lento y frágil, lo que los hace especialmente vulnerables a las perturbaciones antropogénicas como la pesca de arrastre, la extracción de combustibles y cambios ambientales.
En escenarios futuros de cambio climático se prevé un aumento de las temperaturas, lo que podría aumentar la acidificación de los océanos. Ante aguas más corrosivas, el esqueleto del coral se disuelve.
“Todavía estamos comenzando a comprender los principales aspectos ecológicos de los corales de agua fría, incluidos los factores ambientales y procesos biológicos que regulan su vida y distribución. Se cree que los corales de agua fría que se encuentran en el Océano Austral tienen cientos de años y proporcionan información valiosa sobre la historia del océano y el clima pasado”, concluye Bruning.