Se le denomina anclaje y permitirá buscar huella del cambio climático. Además, una expedición recolecta datos del plancton, zooplancton y de las toxinas del mar (Las últimas Noticias). “En los...
Se le denomina anclaje y permitirá buscar huella del cambio climático. Además, una expedición recolecta datos del plancton, zooplancton y de las toxinas del mar (Las últimas Noticias).
“En los grandes encuentros internacionales donde se juntan los especialistas en cambio global, una de las principales quejas, por decirlo de una forma, es que carecen de información de las zonas de altas latitudes, sobre todo de la que está en el sur”, dice Máximo Frangópulos.
El doctor en biología de la Universidad de Vigo (España) e investigador de la Universidad de Magallanes y del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal), valora por este motivo el aparato que permitirá realizar un completo escáner del Estrecho de Magallanes.
“Es una contribución bastante importante generar información en las zonas de altas latitudes, que están un poco más vulnerables a los cambios que vive el planeta”, explica. Las zonas de altas latitudes son las que están más cerca de los polos.
El anclaje, como se denomina a este artilugio, fue instalado frente a Punta Santa Ana, 50 kilómetros al sur de Punta Arenas, y es básicamente una cuerda a la que están adosados instrumentos que, a distinta profundidad, miden temperatura, salinidad y oxígeno del agua. “No sale a la superficie porque el riesgo de perderlo es grande. Hay mucho tránsito, pescadores, gente que pasa. Cuando dejas algo en la superficie, con flotadores, se pierde”, cuenta Humberto González, doctor en Oceanografía de la Universidad de Bremen, Alemania, y director del Centro Ideal.
La base de anclaje pesa 300 kilos y está hecha con cadenas de barco. Luego viene el liberador acústico, un aparato electrónico que tiene un gancho, protegido del agua, que une la cuerda con la base. Después de un año de captar datos, un barco científico emitirá un pulso o sonido hacia el fondo marino, que accionará en el liberador el fusible que abre el gancho. El liberador solo reacciona a este sonido y no a cantos de ballena ni ondas sísmicas.
Como la cuerda tiene boyas, sale a la superficie y es levantada por el barco. “Sacamos todos los sensores, sacamos la información, los reprogramamos y volvemos a poner en el agua. Vamos a tener información de temperatura, salinidad y oxígeno cada diez minutos, durante un año”, cuenta González.
A esos datos hay que agregarle otros sobre plancton, zooplancton, minerales y toxinas, que recoge todos los meses en el mismo punto una expedición científica.
González explica que hay otros anclajes en el Fiordo Baker, cerca de Caleta Tortel, y en el Canal Beagle. Después instalarán otro en la Península Antártica.
“De aquí a los próximos años vamos a tener información importante, no sólo para hablar del clima regional, sino también global”.