En conversación con Mundo Acuícola, Antonio Vélez Medel, Presidente de la Sociedad Chilena de Acuicultura (SCHACUI) abordó
La acuicultura como sustento de la alimentación del futuro se considera cada vez más como un corolario, ello en función de una cada vez mayor demanda de alimentos saludables y, especialmente, por la menor disposición de recursos marinos salvajes provenientes de la pesca.
En el caso chileno, con una industria del salmón ubicada como segunda potencia mundial, mucho se ha avanzado en este desafío. Por una parte, alcanzando cifras records de exportación a sus mercados de consumo, con US$ 6.000 millones proyectados al cierre de 2022. Por otra, entregando oportunidades de desarrollo a las regiones donde opera la salmonicultura.
Otro estandarte de la acuicultura chilena es la mitilicultura que, en el año 2021, exportó un volumen de 98.090 toneladas —de las cuales el 95 % corresponde al producto carne congelada—, lo que implicó un alza del 19 % con relación al 2020 (81.831 tons.), reportando más de 271 millones de dólares.
Este nivel productivo sitúa hoy a Chile como el segundo productor mundial de mejillones y el principal exportador mundial de este producto. De acuerdo a los registros de 2021, los principales mercados compradores fueron España, Rusia, Estados Unidos, Francia, Italia, Tailandia y Reino Unido los cuales concentran más del 65% de los envíos.
Por su parte, tejido industrial de este sector lo componen 620 empresas, de las cuales un 89% son micros y pequeñas y un 11% son grandes y medianas empresas, generando más de 17.000 empleos, equivalente al 4% de los empleos de la región, y un PIB Regional estimado del 7%, lo que es equivalente a todo el aporte del sector silvo-agropecuario.
Sin embargo, las externalidades ambientales y la fuerte dependencia laboral que generan estas actividades, sumado a las amenazas del cambio climático y el agotamiento de las pesquerías nacionales, han sido una de las razones para apuntar al cultivo de nuevas especies.
Y si bien, en el último tiempo se han destacado iniciativas de diversificación, como es el caso del cultivo de seriola, corvina y congrio (en distintas etapas de escalamiento y con apoyo, tanto público como privado), existen muchas otras especies que tienen potencial para hacer de Chile “un todo” como país acuicultor.
Así, para ahondar más en ello, Mundo Acuícola conversó con Antonio Vélez Medel, Presidente de la Sociedad Chilena de Acuicultura, SCHACUI.
-¿Cuál es el objetivo de la diversificación acuícola?
La diversificación de cualquier actividad productiva apunta, entre otros objetivos, a lograr una mayor estabilidad en los distintos mercados en los que participa, con productos de distintos orígenes, composición nutricional, calidad organoléptica y sabor, precio, etc., a fin de satisfacer la demanda de distintos tipos de consumidores.
Disponer de una canasta variada de productos acuícolas, marinos o dulceacuícolas, permitirá enfrentar de mejor manera cambios sustanciales que ocurren regularmente en los mercados, como ser caídas de precios, ingreso o competencia con productos sustitutos, modificaciones en las barreras de entrada a ciertos mercados, competencia con productores de otras regiones, cambios ambientales que afectan a ciertos recursos, etc. Ejemplos de este tipo de problemas hemos vivido, como país, muchas veces en la agricultura. El peor escenario es quedarse con una sola especie, y peor, con un solo mercado. El caso que afectó a la industria ostionera, de las regiones de Atacama y Coquimbo, en la primera década de este siglo, es paradigmático.
-¿Cuáles son, a su juicio, las especies que tienen mayor proyección?
Los esfuerzos para iniciar una diversificación de nuestra acuicultura se inician hace más de 40 años, cuando nacen los primeros trabajos de I+D en ostra chilena, chorito, ostión del norte, cholga, orientados a una intencionalidad acuícola. Por el lado de las macroalgas, pelillo, algas pardas. Por el lado de los peces marinos la historia comienza con los primeros cultivos de turbot, a comienzo de los 80´s, cuya tecnología, una vez domesticada y adaptada a las condiciones locales, permitió el desarrollo y aplicabilidad en otras especies. Con esto solo quiero mencionar que la tan repetida “diversificación acuícola” no es un tema nuevo. Los primeros esfuerzos son de larga data en nuestro país, e involucran a muchos investigadores, técnicos y acuicultores, desde Arica a Punta Arenas.
En la actualidad existe un cúmulo de especies con un nivel de desarrollo bio tecnológico que permite su explotación acuícola, algunas de ellas, moluscos con más de 25 años, en plena explotación comercial, dentro de las cuales destacan: choritos en el sur, ostión del norte, ostra del Pacífico, abalón rojo de California, por el lado de los moluscos; pelillo y chicoria de mar, por las macroalgas; erizo, por los equinodermos; e hirame, dorado o palometa, congrio colorado y corvina, por el lado de los peces marinos. Otras especies, un poco más atrás, pero con un claro potencial y desarrollo acuícola básico serían, chorito araucano, culengue, lenguados, congrio dorado, merluza, bacalao de profundidad, entre otros.
Especies con un claro potencial para iniciar estudios de ciencia básica orientada al desarrollo acuícola para un futuro próximo, con una clara demanda no solo local, sino que regional, serían, a mi entender, reineta en la zona centro sur, sargo en el norte, moluscos enterradores, culengue y navaja, pulpo.
En todo caso, las especies con mayor proyección acuícola las define el mercado, o sea, la demanda por parte de los consumidores dispuestos a consumir y pagar por tal o cual producto. Cualquier selección que se haga con la intención de definir “a priori” la o las especie (s) para iniciar un proceso de I+D básico, o un escalamiento piloto o productivo acuícola, debe considerar, más temprano que tarde, las variables de demanda del mercado, y el precio comercial de tal o cual producto en dichos mercados. De otra manera, cualquier proyecto enfrentará serias dificultades para posicionarse como una actividad comercial.
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