En plena pandemia, EcoSea logró reciclar la totalidad de las mallas de cobre y las estructuras de flotación que cumplieron 12 años de vida útil.
“Esta tecnología chilena es más amigable con el entorno y una vez que cumple su ciclo de vida aporta valor al reciclarse y no hay desechos, evitando el impacto al medio ambiente ”, sostiene Nicolás Castillo, CEO de la compañía.
La industria del cobre lleva trabajando la increíble propiedad antimicrobiana desde 2008, cuando se demostró científicamente que las superficies de aleación del metal eliminaban en pocas horas bacterias, hongos y virus, incluido el Covid 19 y el ISA. Desde entonces, el cobre se ha utilizado para optimizar millones de productos en distintas industrias, siendo la acuicultura uno de los usos menos aprovechados.
EcoSea visualizó esta oportunidad, realizó investigación y desarrollo tecnológico, logrando aportar a la productividad de la industria acuícola y al medio ambiente con jaulas para el cultivo de peces en zonas costeras, alta energía y alta mar. Estas jaulas se elaboran con mallas de aleación de cobre y un sistema de flotación de HDPE, que son totalmente reciclables, por lo que reducen de manera considerable el impacto de la industria en el fondo marino y el medio ambiente.
De hecho, durante 2020 y lo que va de este año, la empresa ya recuperó 60 sistemas que cumplieron su vida útil de 12 años, reciclando de manera completa 420 toneladas de aleacion de cobre y HDPE. “Este hito es muy relevante no solo porque prueba que nuestros sistemas permiten desarrollar una acuicultura ambientalmente más limpia y trazable, sino que son más amigables con el entorno, genera valor al ser reciclables y luego de su vida útil no hay desechos, evitando el impacto a nuestros oceanos”, sostiene Nicolás Castillo, CEO de EcoSea.
La acuicultura tradicional utiliza redes de nylon y similares, más propensas al crecimiento de fouling, (algas, moluscos y microorganismos que se adhieren a las mallas convencionales), principal causante de problemas sanitarios durante el proceso productivo y que por tanto requieren mayor frecuencia de limpieza y mantención, generando desechos al medio ambiente marino.
Los sistemas convencionales, además, deben rodearse por otra malla de nylon para evitar el ingreso de predadores. Esta red, que es tensada en varios puntos -para mantener su eficacia como barrera-, requiere muchas horas de buceo de alto riesgo para su mantención y limpieza, genera desechos y un mayor riesgo para la fauna marina.
Acuicultura de vanguardia
En los últimos 12 años, en Chile se produjeron 50 mil toneladas de pescado utilizando los sistemas desarrollados por Ecosea. Dicha producción evitó el uso de 160 toneladas de nylon, la generación de 8 mil toneladas de fouling, que se hubieran depositado en vertederos o el fondo marino, y 184 toneladas de químicos que se utilizan en pinturas antifouling. Se estima que el conjunto de estos impactos evitaron la emisión de 10.300 toneladas de CO2.
“Nuestro objetivo es ser un aporte a la alimentación sostenible, en base a una acuicultura de vanguardia que asegure el bienestar de las especies dentro de las jaulas y cuidando en todo momento el medio ambiente y el entorno social”, sostiene Nicolás Castillo, CEO de EcoSea. Agrega que la tendencia mundial apunta a preferir los sistemas oceánicos, “porque la acuicultura de las costas está sobreexplotada, genera un excesivo estrés en los peces, severos impactos al medio ambiente y serios conflictos con comunidades.”
El ejecutivo estima que si los actuales 31 millones de toneladas anuales de producción mundial de la acuicultura, se realizaran con los sistemas desarrollados por EcoSea, se evitaría la emisión de 4,7 millones de toneladas de CO2 al año. “Las cifras nos avalan y por eso estamos convencidos que nuestra tecnología significa traer el futuro de la acuicultura sustentable al presente,” asegura Castillo.
La tecnología chilena de EcoSea abre una oportunidad para la industria acuícola de futuro. Sus sistemas minimizan el uso de mallas de nylon, principal fuente de contaminación de los mares, son 100% reciclables y pueden operar de manera continua por una década lejos de las costas, con beneficios significativos para la industria acuícola y la alimentación mundial de estas y las futuras generaciones.