En esta entrevista, el Dr. Alejandro Buschmann discute la importancia de la conservación de ecosistemas marinos, la acuicultura de algas y los desafíos científicos y económicos asociados a su cultivo.
Alejandro Buschmann ingresó a la Universidad de Concepción en 1978, donde comenzó sus estudios de Biología Marina. En 1981, realizó un curso electivo sobre cultivo de algas con el Dr. Oscar Parra, y en 1982 empezó a desarrollar su Unidad de Investigación sobre la biología y reproducción de Durvillaea antarctica (cochayuyo) bajo la dirección de los profesores Krisler Alveal y Héctor Romo.
En el verano de 1983, realizó un curso sobre taxonomía de algas rojas con la Dra. Isabella Abbott y el Dr. Bernabé Santelices, lo cual determinó su futuro al abrirle el universo de la ficología y las posibilidades que las algas ofrecían para una carrera científica. En las Jornadas de Ciencias del Mar de 1982, presentó su primer trabajo sobre el ciclo de vida de Durvillaea antarctica, iniciando así su relación con el Comité de Ciencias del Mar, donde más tarde participaría en la directiva.
En 1983, obtuvo su título de Biólogo Marino en la Universidad de Concepción y postuló al Programa de Doctorado en Biología con mención en Ecología de la Universidad Católica de Chile en Santiago, finalizando sus cursos en 1986.
Durante su doctorado, inició sus primeros trabajos de investigación sobre el consumo de estructuras reproductivas del alga roja Mazzaella laminarioides por mesoherbívoros, cuyos resultados fueron publicados junto al Dr. Santelices. En este periodo, compartió con otro estudiante del mismo programa de doctorado, el Dr. Daniel López Stefoni, entonces académico del Instituto Profesional de Osorno. En 1986, llegó al Departamento de Acuicultura y Alimentos de esa institución para dictar un curso de Cultivo de Algas.
En 1987, asumió un cargo a jornada completa y comenzó a dar sus primeros pasos en investigación junto a sus estudiantes, instalando experimentos en la estación de Biología Marina del Instituto Profesional (posteriormente Universidad de Los Lagos) en Metri, a 30 km de Puerto Montt.
En 1988, obtuvo su primer proyecto FONDECYT, continuando su investigación sobre el consumo de esporas de algas y demostrando su efecto en la dispersión, similar a la interacción entre insectos y plantas superiores. Ese mismo año, además de su trabajo docente, comenzó a colaborar en actividades administrativas, haciéndose cargo de la incipiente Dirección de Investigación.
Junto al trabajo sobre la interacción entre algas y mesoherbívoros, el Dr. Buschmann comenzó sus investigaciones sobre el cultivo del alga roja Gracilaria chilensis, especialmente en su interacción con algas epífitas y herbívoros. En 1990, obtuvo el apoyo de la International Foundation for Science, potenciando estos estudios. Ese mismo año, recibió su segundo proyecto FONDECYT sobre cultivo de algas y su potencial para reciclar desechos del cultivo del salmón, lo que le abrió las puertas a colaboraciones internacionales con investigadores de la Universidad de Estocolmo y colegas de Canadá, EE.UU. e Israel. Paralelamente, realizó su tesis doctoral, defendida exitosamente en 1995, donde demostró cómo los factores ambientales densoindependientes explican la biodiversidad de algas intermareales en el Seno de Reloncaví.
A lo largo de su carrera, el Dr. Buschmann ha apoyado el desarrollo científico regional y nacional. Tras la transformación del Instituto Profesional de Osorno en la Universidad de Los Lagos, ocupó varios cargos administrativos vinculados al desarrollo científico. Participó activamente en la creación del primer programa de magíster de la universidad (Magíster en Ciencias, mención Producción, Manejo y Conservación de Recursos Naturales) así como en el Programa de Doctorado en Ciencias, mención Conservación y Manejo de Recursos Naturales. Su trabajo también permitió crear la primera Escuela de Postgrado y, en 2002, con la presencia del entonces presidente de Conicyt, Dr. Eric Goles, se fundó el Centro de Investigación y Desarrollo en Ambientes y Recursos Costeros (centro i-mar) en Puerto Montt. Este centro, fruto de una fuerte inversión de la universidad, contrató nuevos investigadores e instauró una cultura institucional basada en la cooperación, el trabajo científico de excelencia, y una evaluación periódica de su quehacer, y todo ello en un marco pertinente para el desarrollo regional. Finalmente se destaca la participación del D. Buschmann en diferentes paneles publicos y privados en el marco del país e internacional como por ejemplo miembro del Panel de Dirección para la certificación ambiental de la acuicultura de la Global Aquaculture Alliance (hoy Global Seafood Alliance (GSA), como miembro de Grupo de trabajo número 41 de las Naciones unidas (GESAMP) y miembro del Directorio de la Asociación Internacional de Alas (PSA).
Esta es solo una breve reseña de la trayectoria de este importante investigador, a quien Mundo Acuícola entrevistó recientemente para conversar sobre acuicultura, cultivo de algas y cambio climático.
Cuando se habla de la acuicultura y los ecosistemas marinos, ¿qué importancia tiene el trabajo científico para comprender sus interrelaciones?
Ciertamente hay temas emergentes, como las frecuencias e intensidades de aparición de florecimiento de algas nocivas, que van a afectar a los sistemas productivos asociados al uso de las zonas costeras en nuestro país. También existen problemas antiguos respecto a los cuales, aunque tenemos un conocimiento acumulado, debemos entender que cada vez que abrimos una nueva «caja negra» que no conocemos, surgen nuevas interrogantes. Estas nuevas interrogantes empiezan a tener respuestas a medida que se hacen observaciones, se plantean problemas y se discuten las novedades. Así, considero que actualmente recién estamos empezando a descubrir y analizar aspectos que no estaban en nuestro marco conceptual sobre el desarrollo de la acuicultura y la salud de los ecosistemas en el sur austral de Chile, especialmente en los mares interiores.
Necesitamos ciencia, tecnología, innovación y conocimiento. Hoy en día, hay más sectores productivos vinculados al mar que hace 20 o 30 años, pero la complejidad de los temas que enfrentamos hace necesaria más investigación. Por ejemplo, ¿cuántos programas de posgrado acreditados existen en esta región? Estamos entre los más bajos del país, ni siquiera nos acercamos al promedio. ¿Cuántos de estos programas realizan actividades transformativas respecto a nuestras zonas costeras? Esto está aún muy limitado.
Desde el Centro i-mar, tratamos de disminuir esta brecha con una unidad multidisciplinaria donde todas las líneas de investigación interactúan y se potencian, aportando visiones y metodologías diferentes para solucionar macroproblemas en el sur austral y los mares interiores, especialmente en la Patagonia.
A propósito de la importancia de la generación de conocimiento y ciencia, a comienzos de este año, a través de una publicación en la revista One Earth, un grupo de veinte científicos, entre ellos usted, expresó su preocupación respecto a la difusión de la práctica de cultivar algas para luego sumergirlas en el océano y así, supuestamente, contribuir a la lucha contra el cambio climático.
Para entenderlo, partamos desde lo más básico. Los organismos fotosintéticos, como las algas, pueden absorber CO2, un gas de efecto invernadero que contribuye al incremento de la temperatura. Este aumento de temperatura está generando distorsiones climáticas que también afectan a los océanos, especialmente en las partes más superficiales. Afortunadamente, en Chile tenemos fenómenos de surgencia, donde aguas frías profundas emergen y atenúan el efecto del cambio climático en el mar.
El incremento del CO2 en la atmósfera está generando acidificación en los océanos, lo que plantea preguntas sobre sus efectos. Por ejemplo, organismos con conchas, como los mejillones, pueden desarrollar conchas más delgadas y ser más susceptibles a depredadores. Ahora bien, las algas, al realizar fotosíntesis, capturan CO2, pero su descomposición libera nuevamente este gas, y eso lo puede entender cualquier persona cuando va a la playa y ve algas descomponiéndose en el borde costero.
Así, desde ciertos sectores surge la propuesta de cultivar algas y depositarlas en el mar profundo para secuestrar carbono. Sin embargo, para que esto de verdad tenga un aporte significativo al cambio climático, debe pensarse en millones de hectáreas cultivadas con algas, lo que a la vez implicaría una logística enorme y podría generar efectos ambientales desconocidos.
Y es que la acuicultura tiene límites. Por ejemplo, no podemos expandir indefinidamente el cultivo de algas debido a la falta de luz en aguas profundas. La única manera de extender su cultivo sería mediante sistemas flotantes, lo cual tiene implicancias en la navegación y la vida marina. Por otra parte, las algas exudan polisacáridos que pueden aumentar la cantidad de bacterias y hongos en el mar, afectando la calidad del agua. Por ello, no podemos afirmar que las algas son una solución mágica para revertir el cambio climático sin pruebas concretas. En el artículo al que te refieres, argumentamos que, éticamente, no es correcto promover estas intervenciones sin pruebas claras de su efectividad y seguridad ambiental. Necesitamos mediciones rigurosas para tomar decisiones informadas.
En Chile existe una sobreexplotación del recurso alga, especialmente en el norte. La teoría diría que, en nuestro caso, potenciar el cultivo de algas es importante. Sin embargo, por lo que me comenta, no se trata de impulsar su cultivo a una escala industrial como la salmonicultura, por ejemplo…
Hemos comenzado a comprender la importancia de conservar ecosistemas como los marinos. Conservar la biodiversidad tiene consecuencias positivas para el ser humano que no percibíamos hasta hace poco tiempo. Si seguimos cosechando algas tal como lo hemos hecho, estamos afectando la biodiversidad y el ecosistema. Por lo tanto, debemos cultivarlas. Las algas pueden proveernos de una serie de insumos para nuestra vida: alimentos, productos de cosmética, productos farmacéuticos, productos industriales como pinturas, y una gama tan amplia de aplicaciones que parece necesario cultivarlas. Ahora bien, sabemos que tienen una huella ecológica o impactos ambientales mucho menores que un cultivo de peces en general.
Por lo tanto, tenemos una acuicultura de algas que puede tener efectos beneficiosos asociados a la diversificación de la acuicultura y también nos puede servir para diversificar la producción con distintos otros productos. Hoy día en Chile, el mayor desafío para el desarrollo de la industria de las algas es que sabemos cómo producir varias especies, pero no tenemos un mercado dispuesto a pagar el valor de algas cultivadas, que es más alto que el de algas cosechadas. Este problema de mercado no existe en Asia, por ejemplo, donde se consumen y pagan precios que a nosotros nos parecerían irrisorios, donde 100 gramos de algas podrían costar incluso más que un kilogramo de carne.
Con esos valores, la industria de cultivo de algas existe en Asia. Nosotros no tenemos esa tradición centenaria y, por lo tanto, no tenemos esa demanda generada culturalmente pese a que tenemos registros de usos de algas por nuestros pueblos originarios de más de 15 mil años en Monte Verde. Por ello, necesitamos invertir en cómo transformar nuestras algas, cómo darles valor, generar nuevos mercados y crear una demanda con una capacidad instalada que permita absorber esa producción de forma continua, para que los productores tengan la seguridad de que su inversión será segura..
Hoy día, por ejemplo, como Centro i-mar, es muy importante para nosotros trabajar asociativamente sobre estos temas. Estamos trabajando en el Centro de Biotecnología y Bioingeniería, que es un programa basal liderado por la Universidad de Chile. Somos parte de un grupo preocupado por el tema de algas para buscar soluciones biotecnológicas para su uso. En este centro podemos hacer asociaciones entre biólogos, ingenieros químicos, ingenieros industriales y realmente generar valor agregado para las algas en Chile.