El estudio, donde participa un docente de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) analizó el comportamiento de los peces mesopelágicos de acuerdo a...
El estudio, donde participa un docente de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) analizó el comportamiento de los peces mesopelágicos de acuerdo a su migración desde estratos profundos por debajo de los 200 metros en la columna de agua hasta la superficie para alimentarse.
Los peces de profundidad son los que habitan en la capa mesopelágica del océano, que es la que se encuentra desde los 200 metros en el Océano Abierto que es donde ya no llega luz hasta los 1000 metros y más. Es en este rango donde se localizan los peces que se estudiaron en esta investigación. Muchos peces de este grupo son los conocidos peces linterna, pertenecientes a la familia de los mictófidos. Estos peces se caracterizan por presentar órganos que son luminosos y los hace bastante llamativos en el ecosistema marino. Actualmente se conocen alrededor de 249 especies según el Sistema Integrado de Formación Taxonómica (ITIS).
Este tipo de peces tienen aletas sin radios espiniformes, solamente tienen una espina un tanto rudimentaria en la aleta dorsal. Sus colores son variados, aunque destacan las formas plateadas en la parte ventral y gris azulado en la zona dorsal. A mayor profundidad, los colores son menos llamativos. En los grandes océanos del planeta se caracterizan por presentar grandes remolinos. Éstos pueden retener el zooplancton y los desechos plásticos, y así se determina la composición biológica de estos organismos.
La mayoría de los peces mesopelágicos del grupo de los mictófidos, experimentaron una migración a las capas superiores del agua para alimentarse durante la noche, cuando el zooplancton asciende y forma congregaciones, y vuelven a descender a capas más profundas donde permanecen durante el día.
El océano profundo, se considera como el mayor ecosistema marino presente en el planeta y a medida que avanzan los años y con mayor tecnología, se han podido realizar mayores investigaciones al respecto. Se caracteriza por los 200 metros de profundidad y por una pendiente considerable del fondo marino y marca una separación natural entre los ecosistemas pertenecientes al fondo del mar.
Rodrigo Riera, académico de la Facultad de Ciencias de la UCSC determina las gravísimas consecuencias de la presencia de microplásticos en el ecosistema marino: “Quisimos ver el contenido estomacal de estos peces a lo largo de un segmento que se hizo en el Océano Indico, desde las costas australianas hasta la mitad del océano. Los mesopelágicos, durante la noche suben hacia las superficies para alimentarse y por el día bajan. Es una migración que hacen para evitar a sus depredadores”, sostiene. Pese a esto, se encontró que los peces no tenían presencia de microplásticos, ya que se mantienen por debajo de la superficie por mucho tiempo y en este sector no hay presencia de plásticos principalmente, aunque se requiere más investigación. También se llevaron a cabo análisis químicos para ver si estos peces, que son muy abundantes, han incorporados compuestos procedentes de los plásticos en su organismo.
Los peces no son capaces de identificar los microplásticos, debido a que confunden su color verde o azul, que son tonalidades muy comunes en el ecosistema marino. Ellos se alimentan de pequeños animales y pueden encontrarse cerca de estos microplásticos. No hay un comportamiento de conducta, pero los peces mesopelágicos se alimentan indirectamente, ya que los animales que ellos comen sí lo hacen de manera directa.
“Desde las costas australianas a Indonesia existe un giro, una gran corriente oceánica. Las zonas tienen muy poco alimento, por lo que encontramos menos peces y dentro del contenido estomacal de los peces mictófidos, existe una separación de las presas que ellos consumen”, concluye el doctor Rodrigo Riera”. De este modo, este fenómeno es típico, ya que para coexistir entre peces de la misma especie, se diferencian de acuerdo al tipo de alimento y así, no comer el alimento que consume la otra especie.
El estudio fue realizado conjuntamente con la doctora Ainhoa Bernal, afiliada a la Universidad de Concepción en ese período de tiempo, actualmente trabajando en un centro de investigación español y el Instituto de Investigación Pesquera de Noruega.