Según investigación publicada por Science of Total Environment, la acidificación del océano, más el aumento de temperatura en el mar (ambos relacionadas con la absorción de gases de efecto invernadero emitidos al ambiente), estarían generando el debilitamiento de las pinzas que el cangrejo de los mantos de choritos (Acanthocyclus hassleri) utiliza para alimentarse, con potenciales consecuencias en otros invertebrados de su entorno.
Esta especie, similar a las jaibas pero más pequeña, está presente en la costa chilena desde Arica a Valdivia. Vive al interior de oquedades de los discos adhesivos de macro-algas café, como huiro negro o chascón (Lessonia berteroana y L. spicata (ex Lessonia nigrescens)), características de la zona intermareal rocosa baja.
Según una reciente investigación publicada por Science of Total Environment, la acidificación del océano, más el aumento de temperatura en el mar (ambos relacionadas con la absorción de gases de efecto invernadero emitidos al ambiente), estarían generando el debilitamiento de las pinzas que el cangrejo de los mantos de choritos (Acanthocyclus hassleri) utiliza para alimentarse, con potenciales consecuencias en otros invertebrados de su entorno. Esta especie, similar a las jaibas pero más pequeña, está presente en la costa chilena desde Arica a Valdivia. Vive al interior de oquedades de los discos adhesivos de macro-algas café, como huiro negro o chascón (Lessonia berteroana y L. spicata (ex Lessonia nigrescens)), características de la zona intermareal rocosa baja. Se alimenta de otros invertebrados, principalmente mitílidos como choritos (Perumytilus purpuratus o Semimytilus algosus) y pequeños ejemplares de loco (Concholepas concholepas).
Las conclusiones del estudio enfatizan que la disminución de la fuerza de las pinzas trituradoras en esta especie podría causar un cambio a un modo de alimentación menos eficiente, basado en organismos de tamaño más reducido y con consecuencias en los retornos energéticos. El trabajo también señala que alternativamente, estos animales podrían cambiar a otras presas más susceptibles al ataque, como cirrípedos y especies de gasterópodos pequeños, junto con verse expuestos ellos mismos a otros depredadores.
El Dr. Patricio Manríquez, investigador asociado al CEAZA y autor principal del estudio, explica que este cangrejo es una especie “bioingeniera” que forma galerías o túneles al interior de los mantos o agrupaciones del choritos (Perumytilus purpuratus), los que configuran hábitat para un centenar de otros invertebrados marinos.
“Si la fuerza de compresión de sus pinzas se ve afectada negativamente quedan restringidos a consumir presas de menor tamaño cuyas pinzas si pueden romper sus caparazones. Si su capacidad de consumir mitílidos de mayores tamaños se ve diezmada, por estresores asociados al cambio climático, su capacidad de generar hábitat para otras especies al interior de los mantos de mitílidos se podría ver afectada negativamente”.
El científico añade que el intermareal rocoso, zona donde vive este cangrejo, está naturalmente expuesto a cambios de temperatura y pH. En consecuencia, es posible que en la actualidad la especie enfrente cambios agudos en los niveles de temperatura y pH tan extremos como los que se esperan en forma crónica en un futuro cercano en escenarios de cambio climático.
“A pesar que nuestro trabajo registra efectos negativos de cambios de pH y temperatura, es posible que esta especie en términos de supervivencia sea muy resiliente a cambios de pH y temperatura”.
Manriquez señala que si la acidificación del mar reduce el grosor de los caparazones de las presas del cangrejo, algo que ha sido registrado en otros organismos, en cierta medida los efectos en la reducción de la fuerza de las pinzas se podrían compensar. Sin embargo, -advierte- es necesario tener presente que no siempre es posible extrapolar los resultados generados en una especie a otra, en este caso a las presas de este congrejo.
También trabajaron en el estudio los investigadores Claudio P. González (CEAZA), Mylene Seguel (CEAZA), Roberto García-Huidobro (Universidad Santo Tomás), Karen Lohrmann (Universidad Católica del Norte), Paolo Domenici (Istituto per l’Ambiente Marino Costiero, Italia), Sue-Ann Watson (Queensland Museum-James Cook University, Australia), Cristián Duarte (Universidad Andrés Bello), Katherina Brokordt (Universidad Católica del Norte-CEAZA).
Financió el estudio el proyecto FONDECYT 1181609.