Reproducimos la columna de opinión de Rodolfo Infante Espiñeira, Gerente Técnico de Happy Fish SpA y columnista de Mundo Acuícola.
«El tamaño actual de la industria del salmón en Chile es inmenso y de ella se genera un incesante flujo de información que supera nuestra capacidad de análisis debido a la vorágine del día a día, que no se detiene ni espera. La importancia de ralentizar este río de datos nos permite visibilizar falencias que, de lo contrario, se hacen invisibles al final del proceso al ser neutralizadas por otras áreas de mayor eficiencia, dando resultados finales alentadores que hacen olvidar los ripios del camino y evitan la introducción de mejoras necesarias.
Las estadísticas de los Informes Sanitarios que periódicamente publica el Sernapesca, nos entregan algunos semáforos en rojo a los que debiésemos prestar más atención. Esta valiosa información oficial nos indica, entre otros datos, la mortalidad en porcentaje y clasificada según las diferentes causas que la generan, tanto para el ciclo de agua dulce como el de mar. Datos de mortalidad de nivel “primario” son recopilados mediante revisión de características externas de la totalidad de los peces muertos por factores ambientales (blooms de algas, O2 bajo), embrionarios (desde ova a alevín de saco), por daños mecánicos, deformidades, maduros, eliminación, predación, otras causas y sin causa aparente. Adicionalmente, están los registros de mortalidad de nivel “secundaria”, donde solamente se realizan muestreos de parte de la mortalidad, causada directamente por enfermedades como el IPN, Furunculosis, BKD, micosis y otras.
Es así como en el último informe disponible del primer semestre del año 2023, se indica que la especie de mayor importancia, el salmón del Atlántico, tuvo en el ciclo de mar una mortalidad promedio mensual de un 0,84 %, es decir, un 5,04 % de mortalidad semestral, casi la mitad de ésta generada por causas infecciosas y eventos ambientales.
Para la misma especie en ciclo de agua dulce los datos son muy diferentes e inquietantes. Hubo un 5,22 % de mortalidad promedio mensual o su equivalente a un 31,32 % en el semestre. Preocupa, además, conocer que casi la mitad de ella, un 48,5 %, correspondió a la clasificación de “eliminados”, un 9,0 % a “otras causas”, un 8,5 % a “desadaptados” y un 7,3 % a muertos “sin causa aparente”. Para hacerlo más gráfico, casi tres cuartos de la mortalidad (73,3 %) fueron motivos atribuibles a factores relacionados con la calidad de los peces y no a aquellos exógenos como ocurrió en el ciclo marino. Siguiendo la tendencia, para trucha y salmón Coho, similares factores sumaron más de la mitad de las mortalidades del semestre. Mientras la engorda en mar presenta resultados productivos comparables a la elite de la salmonicultura mundial, nuestra fase de agua dulce local muestra una gran brecha de eficiencia que nos debe mover a evaluar con seriedad y autocrítica qué estamos haciendo mal y cómo lo corregimos.
Obviamente, es biológicamente entendible que las mayores pérdidas, en todas las especies, se produzcan justamente durante los primeros estadios de desarrollo, de otra forma estaríamos sobrepoblados por animales, vegetables y microorganismos. Sin embargo, estamos hablando de una actividad de cultivo controlado por el hombre, donde es obvio que se debe maximizar la sobrevida para que la actividad sea biológica y económicamente rentable. Algo se está haciendo mal …
¿Será razonable inferir que tal vez estos resultados provienen de procesos espurios de producción de ovas nacionales copiados inadecuadamente de aquellas importadas que forjaron nuestro sitial en el podio mundial de la industria del salmón?
Es altamente probable que el problema se arrastre desde el mismo origen, es decir, desde la calidad de las ovas empleadas en el inicio del proceso productivo. La industria del salmón local se inició y cimentó en la importación de ovas, principalmente desde países del hemisferio norte hasta que la crisis sanitaria del virus ISA motivó a crear barreras de ingreso a Chile para salvaguardar la industria. Dicha prohibición, sin dudas, aceleró forzosamente el desarrollo de la producción nacional de ovas de salmón sin el necesario conocimiento y, actualmente, la I+D local en genómica aplicada, biotecnología y control de enfermedades en la fase de incubación es aún insuficiente, lo cual obviamente podría reflejarse en los magros resultados de los indicadores productivos en agua dulce.
El Informe Sectorial de la Subpesca sobre producción de ovas de Salmo salar durante el año 2023 apunta que mientras no hubo importación de ovas importadas tal cual ocurrió en el 2022, la producción de ovas nacionales, de dicha especie, fue de más de 435 millones de unidades. Con tal disponibilidad de ovas, resulta lógico pensar que la ineficiencia productiva, en el ciclo de agua dulce, es una realidad, pues el número excede con creces los requerimientos de ovas de calidad necesarias para el volumen de cosecha final esperado. Es muy probable que otros factores también se sumarán al de la materia prima inicial para generar las ineficiencias productivas que hoy tiene el ciclo de agua dulce.
Históricamente la mayor atención de las empresas ha estado enfocada en el ciclo marino, pues es ahí donde se concentra la inversión y la cercanía de sus retornos pecuniarios. Sin embargo, y, a la luz de los resultados, es posible incorporar un sinnúmero de mejoras en el ciclo de agua dulce que irán en directo beneficio de toda la operación productiva y económica que se lograrán con mayor inversión en I+D».
Rodolfo Infante Espiñeira, MSc
Gerente Técnico
Happy Fish SpA
rodolfo.happyfish@gmail.com