El aumento de la temperatura atmosférica seguirá teniendo un impacto en el océano, a través de su conexión con las masas de aire y la entrada y distribución de oxígeno en el agua a través de la ventilación.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, (NOAA, en inglés), aseguró que en 2023 se registró la temperatura del mar más alta de la historia desde que se tiene registros, hace 40 años. Esta fue de 21,1 grados Celsius, cifra que superó al último récord, de 21 grados, registrado en 2016.
En la comunidad científica hay consenso de que se trata de una situación que puede desencadenar una serie de efectos aun desconocidos. La directora de Copas Coastal y académica del Departamento de Oceanografía, Camila Fernández Ibáñez, explicó que “visto como un conjunto, el aumento de la temperatura del mar tendrá implicancias para la cantidad de nieve en montañas y valles, agua dulce y vegetación, entre otros. Cualquiera de estos factores puede salirse de escala y generar una reacción en cadena que actualmente no podemos predecir a ciencia cierta”. Entrar en terreno desconocido, indicó, «se refiere a que a partir de un cierto nivel de alteración ambiental la respuesta del ecosistema y del aparato climático es impredecible. Es como la inercia de un péndulo de reloj».
Es por ello que medir la temperatura es clave para todos los estudios oceanográficos. “Sabemos que la temperatura en el agua está ligada a la acción del viento”. Por ende, en esta región está relacionada “a la surgencia de aguas profundas que caracterizan a la zona del Biobío, por ejemplo. Ese patrón se está intensificando en algunas zonas, enfriando las aguas superficiales en ciertas zonas de Chile. Otras se están calentando por el movimiento de los patrones atmosféricos de circulación. El calentamiento promedio es real a nivel mundial”.
Sobre el escenario que puede esperarse para los próximos años, la investigadora señaló que el aumento de la temperatura atmosférica seguirá teniendo un impacto en el océano, a través de su conexión con las masas de aire y la entrada y distribución de oxígeno en el agua a través de la ventilación. Lo que podría esperarse, y que debe estudiarse en profundidad es el fenómeno de la hipoxia o ausencia de oxígeno en el mar, “que es algo frecuente en nuestras costas y que no necesariamente se traduce en una pérdida de diversidad local, pero sí podemos perder aquellas especies que solo viven en la criósfera, por ejemplo”.
Llamado a la acción
Estos antecedentes, que se suman al aumento de la temperatura atmosférica y que van configurando un escenario de catástrofe climática, es un nuevo hito al cual prestar atención. “No hemos querido entender que lo que está en juego es nuestra propia subsistencia”, indicó Fernández. “La razón por la cual es tan importante mantener el límite de 1,5 grados (que ya es muy poco probable que ocurra) es justamente porque más allá de ese nivel no tenemos evidencias para predecir la respuesta climática y probablemente tampoco la velocidad de cambio”.
Para la investigadora, “nunca es tarde para revertir la situación, pero es muy poco probable que lo logremos si no optamos por medidas drásticas a nivel internacional y por cierto a nivel local. Las consecuencias para la población incluyen fenómenos climáticos intensos y una incerteza ambiental que afectara no solo condiciones alimenticias sino sanitarias y de habitabilidad espacial y geográfica”.
*Créditos nota: Noticias UdeC