Un nuevo estudio publicado en la revista Nature por el grupo internacional de científicas y científicos del Blue Food Assessment, evaluó las dimensiones nutricionales, medioambientales, económicas y de justicia de los alimentos azules en todo el mundo.
Los alimentos acuáticos o “azules” – aquellos que provienen de agua salada o dulce-, son importantes para la economía, la seguridad nutricional, los sistemas de vida y el sustento económico de miles de comunidades en todo el mundo.Dada la variada contribución de los alimentos azules a la sociedad, el papel que pueden desempeñar en la transición hacia sistemas alimentarios más sanos, justos y amigables con el medio ambiente, es una temática importante para los sectores públicos y privados.
Sin embargo, los alimentos azules han permanecido notablemente ausentes de muchos debates y políticas sobre sistemas alimentarios, tanto en lo que respecta a la naturaleza como a los resultados positivos para la nutrición.
En ese contexto, un estudio realizado por Blue Food Assessment (BFA), publicado a fines de febrero en la revista Nature, indagó en las dimensiones nutricionales, de impacto ambiental, salud cardiovascular, huella de carbono y de justicia y equidad, de los alimentos azules en 103 países.
En la investigación, se recopilaron y analizaron una serie de datos nacionales e internacionales para descubrir las cuatro funciones clave que los alimentos acuáticos pueden desempeñar para mejorar el rendimiento y la sostenibilidad de los sistemas alimenticios: la deficiencia de nutrientes B12 y omega-3; las altas tasas de enfermedades cardiovasculares asociadas al consumo excesivo de carnes rojas (especialmente procesada); los elevados impactos ambientales del sistema alimentario; y salvaguardar las contribuciones a la nutrición, la economía justa, el sustento económico de diversas comunidades y la cultura en torno a estas actividades, bajo el marco del cambio climático.
De este modo, el grupo propone un marco orientativo y una herramienta práctica para que los responsables de la toma de decisiones, evalúen los objetivos políticos de los alimentos azules más relevantes para sus países, y comparen y contrasten los beneficios y compensaciones asociados a alcanzar estos objetivos.
«Los alimentos azules pueden desempeñar un papel importante en nuestras dietas, sociedades y economías, pero esto será distinto entre un país y otro y de un entorno local a otro», dijo Beatrice Crona autora principal, profesora del Centro de Resiliencia de Estocolmo de la Universidad de Estocolmo y codirectora de la iniciativa Blue Food Assessment (BFA-Evaluación de los Alimentos Azules).
«Nuestro objetivo es que los responsables de las políticas públicas comprendan plenamente las diversas contribuciones que pueden hacer los alimentos azules, pero también que consideren los trade-offs que hay que negociar para aprovechar al máximo las oportunidades que ofrecen este tipo de alimentos”, agregó la también investigadora senior del Instituto Milenio SECOS.
Los resultados en Chile y el mundo
En el análisis, la BFA descubrió que en muchos países africanos y sudamericanos, facilitar el consumo de alimentos azules culturalmente relevantes, especialmente entre los segmentos de población nutricionalmente vulnerables, podría paliar las deficiencias de vitamina B12 y omega 3 en la población.
La investigación establece que Chile tiene disponibilidad suficiente de alimentos azules (obtenidos a través de una evaluación de la producción nacional y la importación), por lo que es posible enfrentar aspectos nutricionales y de equidad , propiciando un mayor consumo interno y gestión eficiente de este tipo de alimentos.
A su vez, el estudio explica que Chile tiene un alto consumo de carnes provenientes de la ganadería, las que tienen un gran impacto en el medioambiente, por lo que los alimentos azules pueden ayudar a reducir la huella de consumo en torno a los sistemas alimentarios.
«Este estudio permite evaluar que a medida que uno va mejorando la gestión de los alimentos acuáticos, puede ir resolviendo distintos tipos de problemas asociados al ámbito ambiental, de salud humana y de equidad. Es decir, existe un potencial de mejora en términos de políticas públicas en estas dimensiones», explica el coautor de la investigación, Stefan Gelcich, académico de la Facultad de Ciencias Biológicas UC, investigador CAPES y director del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS).
Por su parte, en muchas naciones del hemisferio norte las tasas de enfermedades cardiovasculares y las grandes huellas de gases de efecto invernadero derivadas de la ingesta de carne, podrían reducirse mediante un consumo moderado de mariscos, peces y algas.
En ese contexto, los investigadores también concluyeron que los tomadores de decisión de los países con una elevada huella ecológica alimentaria y altos niveles de enfermedades cardiovasculares -como países desarrollados de Europa y Norteamérica- deberían centrarse en mejorar la producción y el acceso a los alimentos azules, que pueden actuar como sustitutos del consumo de carnes rojas de mayor impacto.
Por último, la BFA también demostró que el consumo de alimentos azules aumentará en un 80% en peso comestible para 2050, y que los alimentos azules ya sustentan los medios de subsistencia de hasta 800 millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, aún no se han aprovechado plenamente las oportunidades de sacar partido de su contribución positiva a una alimentación sana y sostenible.
«Si personalizan aún más los diferentes parámetros de la herramienta en línea, los responsables de la toma de decisiones pueden explorar las políticas de alimentos azules más relevantes para su entorno nacional y utilizar el documento para inspirar políticas de alimentos azules que puedan superar los retos medioambientales y nutricionales existentes», declaró Jim Leape, co-director de Stanford Center for Ocean Solutions, e integrante de Blue Food Assessment.