El concepto de arrecife artificial nace en Japón, en el siglo XVIII, y consiste en la instalación de estructuras construidas de diversos materiales y diseños, instalados en los fondos marinos...
El concepto de arrecife artificial nace en Japón, en el siglo XVIII, y consiste en la instalación de estructuras construidas de diversos materiales y diseños, instalados en los fondos marinos para aumentar su productividad, con el objetivo de convertir estas estructuras en un lugar de refugio, reproducción, alimentación, crianza y crecimiento de las especies que ahí habitan. Cada arrecife es capaz de sostener una determinada cantidad de vida, según su tamaño y características.
La creación de arrecifes artificiales han generado grandes beneficios, en muchos países, no sólo en términos económicos sino también en recuperación de hábitats naturales, como la disminución de presión sobre arrecifes naturales, generación de espacios para nueva vida marina, beneficios económicos en la población local por medio del ecoturismo, disminución de la pesca ilegal, dificultando el uso de redes de arrastre, absorción de CO2 de la atmósfera.
El uso de esta tecnología es liderado por Japón y se remonta al siglo XVIII. En ese país la utilizan principalmente para aumentar la productividad pesquera, mientras que en Estados Unidos la usan, desde 1830, y lideran con estudios en conservación y rehabilitación de hábitats. En Filipinas, se utilizan estructuras de madera para poyar a la pesca artesanal, generando 900 Kg/año en un arrecife de 254 m2 y, en Hawái, por ejemplo, un arrecife pudo aumentar la diversidad de 6 a 25 especies.
Por otra parte, en Tailandia, los han utilizado para mantener alejada la flota pesquera de arrastre, según datos aportados por Liliana Meza Garrido, en la tesis “Los arrecifes naturales y artificiales como alternativa al cambio climático global”, publicada en México, el año 2009. En Chile, desde el año 2007, se desarrollan proyectos para determinar la efectividad de la tecnología de arrecifes artificiales para determinar el incremento de la producción y biodiversidad de organismos bentónicos.
“Los arrecifes artificiales se han creado con materias muy diversas, tales como: vehículos, neumáticos, embarcaciones, restos de obras, y han sido usados con diversos fines, tales como: el buceo recreativo, la restauración ambiental, la protección de costas, la investigación científica y para actividades pesqueras y de acuicultura. Sin embargo, se consideran originalmente como herramientas de ordenación y protección, desde una perspectiva ecológica, ya que se han utilizado como medida de restauración y rehabilitación de ecosistemas costeros alterados”, lo indicó la MSc. Magaly Cruz, del Instituto Tecnológico de Boca del Río, y directora del proyecto Arrecifes artificiales del Estado de Veracruz, en la conferencia «Normativa y productividad ecológica asociadas al uso de arrecifes artificiales en Veracruz, México, desarrollada en Viña del Mar, en julio de 2017.
En este sentido, los arrecifes artificiales, también llamados nichos artificiales, se utilizan para incrementar y proteger poblaciones de recursos marinos. Sin embargo, existe una diferencia entre ambas estructuras. Los nichos, tienen la característica de favorecer el asentamiento de una especie objetivo, como lo plantea el grupo del Laboratorio de Cultivo de Peces y Alimentación para la Acuicultura (LABCPAC) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), que diseñó, construyó e instaló nichos artificiales para la especie congrio colorado en Lebu, Región del Bío Bío.
Nichos artificiales
Antes de instalar el nicho para la especie elegida, es importante tomar conocimiento de las características del lugar donde serán fondeados, a este proceso se le denomina caracterización base del sitio e involucra la observación in situ, toma de muestras y revisión bibliográfica a cerca de la zona, con el fin de realizar una completa descripción física, química, biológica y antropológica del sector; así lo explica el manual de construcción y manejo de nichos artificiales para congrio colorado, desarrollado por el equipo del LABCPAC, liderados por la Dra. María Isabel Toledo, en 2017.
La caracterización base de sitio, permite identificar el lugar apropiado de instalación. Antes que todo, hay que investigar si la zona a escoger tiene algún uso, o restricción.
Para comenzar, se debe tener conocimiento de la distribución y composición de las comunidades naturales que existen en el lugar donde se instalará el nicho; esto se debe realizar mediante jornadas de buceo en diferentes zonas al azar, lo que permitirá saber qué especies podrán colonizar la estructura, junto con esto, se recomienda analizar el registro de los desembarques del lugar para identificar diversidad y cantidad de especies hidrobiológicas existentes en la zona elegida. Es necesario, además, realizar un mapa batimétrico, con puntos geográficos, medir parámetros como temperatura, amonio, nitrito, nitrato, fosfato, pH, salinidad y silicato, y niveles de clorofila, entre otras.
Los parámetros antes mencionados deben tomarse en la profundidad, donde habita la especie objetivo, además deben considerarse los requerimientos específicos de la especie (rangos tolerables), la profundidad de la capa fótica (zona de productividad primaria) y considerar una zona apta para el manejo del buzo que, según el manual antes mencionado, no debería ser más de 25 a 30 metros de profundidad.
El sustrato de preferencia debe ser arena gruesa, grava o sustrato duro, que permita soportar el peso de los materiales, evitando fondos fangosos. Además de evitar zonas cercanas a desembocaduras donde se transporten sedimentos que puedan cubrir la estructura. Para protegerla, se recomienda instalar los nichos considerando la magnitud de las corrientes del fondo, para minimizar el riesgo de desplazamiento o volcamiento, junto con esto, se debe considerar que el terreno debe ser de preferencia plano o con pendiente mínima, para evitar que se desestabilicen las estructuras.
El nicho de congrio
En el manual se explican los pasos para construir, instalar y monitorear un conjunto de nichos artificiales para incrementar la biodiversidad y favorecer el asentamiento de congrio colorado. En el proyecto Fondef «Desarrollo de la Tecnología de nichos artificiales para el asentamiento y recuperación de congrio colorado, Genypterus chilensis, orientada a la sustentabilidad de la pesca artesanal de la región del Bío Bío», liderado por la Dra. Toledo, se estudiaron aspectos como la profundidad donde habita la especie (desde 25 a 150 m.), peso (900 g. a 1,1 kg.), longitud promedio (140 cm.) rangos de tolerancia de la especie, comportamiento (refugio en cuevas) y alimentación (bentónica), entre otros.
Se determinó el diámetro de las cavidades, el que se relacionó con el tamaño de la cabeza de un congrio, que no supera los 14 cm. En el manual, antes mencionado, recomiendan buscar un sustrato arenoso de no más de 30 metros de profundidad.
En cuanto a su diseño, los nichos corresponden a una estructura de hormigón de alta resistencia, tipo paralelepípedo truncado, compuesto por 42 cavidades, con dimensiones de 90 cm. de alto, 160 cm. de largo y 80 cm. de ancho. Para su construcción, se realizó un plano de la figura para realizar un molde de madera (terciado de 18 mm. y madera verde de 2*3 cm.), para luego fabricar 12 nichos artificiales para congrio.
Se trasladaron todas las estructuras, desde el lugar de construcción hasta el muelle, en un camión con grúa, con capacidad de 2,5 toneladas. Ya en el muelle, se amarraron las estructuras a dos boyas, a través de grillete y, una vez armado el sistema, la grúa procedió a depositar el sistema boya nicho al agua, desde donde fueron remolcadas por una embarcación menor hasta la zona de fondeo, donde se despojaron de la boya. El posicionamiento final de la estructura, en el lugar deseado, lo realizaron buzos, mediante globos de levante.
Siembra de peces
Previamente, los peces se mantuvieron en dependencias del Liceo B-54 de Lebu, donde se realizaron pruebas, a escala, del sistema. Posteriormente a la instalación, y previo a la liberación de los ejemplares, algunos nichos fueron cubiertos por una malla, para favorecer el alojamiento y evitar el escape, el comportamiento de los peces fue el esperado, refugiándose inmediatamente en los nichos.
Una vez instaladas las estructuras, se debe monitorear la productividad y la colonización de especies. El seguimiento ecológico es una herramienta que permite observar la dinámica de las comunidades, se recomienda evaluar los nichos comparándolos con una zona de control rocosa aledaña. Los datos se recopilan mediante la delimitación de una transecta y cuadrantes fijos. Estos datos provienen de la observación de las comunidades ícticas y bentónicas, además de los parámetros físicos, químicos y biológicos.
El análisis de datos arrojó que los nichos fueron cubiertos inicialmente por organismos microscópicos, conformando un biofilm. De forma paralela, se asentaron organismos filtradores y algas rojas. Posteriormente, se comenzó a observar fauna móvil como jaibas, estrellas, caracoles y peces. A futuro, se espera que las especies pioneras en colonizar las estructuras, comiencen a modificar la comunidad, dando cabida a otras especies, lo que conllevará a la maduración de la comunidad asentada, favoreciendo la llegada de peces carnívoros, como el congrio colorado.
Los resultados del proyecto Fondef-Regional D13R20013 fueron presentados por su directora Dra. María Isabel Toledo, quien manifestó que este proyecto nace por una preocupación ante los bajos desembarques de la especie congrio, en las zonas donde anteriormente su equipo de investigación ha realizado estudios. A partir de esa inquietud, pudieron desarrollar la tecnología que permitiría recuperar la especie «esta tecnología está comprobada, efectivamente la especie congrio utiliza estas estructuras para refugio, el tema es cómo podemos aplicar esta tecnología a escala mayor (…) Este tipo de estructura también se puede utilizar para desarrollar acuicultura en zonas con áreas de manejo, es decir, queda camino por recorrer», explicó Toledo.
Cabe destacar que los nichos instalados en la bahía de Lebu no sólo pueden ser utilizados por el recurso congrio colorado, sino que representan una alternativa para diversificar la actividad pesquera artesanal.
La iniciativa liderada por la Dra. María Isabel Toledo se realizó durante dos años y siete meses en la costa de Lebu, y fue apoyada, además, por la Subsecretaría de Pesca, la Ilustre Municipalidad de Lebu y la Federación de Pescadores Artesanales de la provincia de Arauco. Esto, con el objetivo de implementar nichos artificiales para el congrio colorado y conseguir luego un aumento de la productividad, biodiversidad, biota marina y, una vez que esta especie sea colonizada, se reintroduzcan nuevamente para asegurar una población base.
Katherine Silva Acevedo
Edición N°115
Revista Mundo Acuícola