El representante de la Asociación Gremial de Armadores e Industriales Pesqueros del Norte Grande (Asipnor), destaca los esfuerzos del gremio en pos de la sustentabilidad de las actividades pesqueras de...
El representante de la Asociación Gremial de Armadores e Industriales Pesqueros del Norte Grande (Asipnor), destaca los esfuerzos del gremio en pos de la sustentabilidad de las actividades pesqueras de la zona norte del país (Mundo Acuícola).
“Para el hombre, el mar ha sido siempre una fuente inmensa de recursos. Sin embargo, junto al mayor desarrollo tecnológico y la sofisticación de las artes pesqueras de los últimos 200 años, también surgió un nuevo elemento en la ecuación: la evidente fragilidad de las especies y la necesidad de utilizar criterios racionales en su explotación”, reflexiona Gómez.
La zona norte de nuestro país no escapa a este desafío y así lo han entendido los principales actores de la industria pesquera. Efectivamente, el sector tuvo una etapa de expansión a partir de los años sesenta, transformándose en un motor de desarrollo. El foco de la labor extractiva estuvo puesto en las tres principales pesquerías presentes en sus aguas: sardina, anchoveta y jurel.
En este camino, la industria pesquera debió enfrentar múltiples desafíos y momentos críticos. La disponibilidad de los recursos ha variado con biomasas importantes que han reducido su presencia en las costas, procesos naturales cíclicos como la Corriente del Niño y los cambios institucionales, que han determinado la distribución extractiva por cuotas de especies han obligado a un continuo proceso de adaptación. Esto ha tenido efectos importantes en la fisonomía del sector, provocando incluso la desaparición de compañías y generando la fusión de otras, que han buscado sortear de la mejor manera los problemas, apuntando a una mayor eficiencia en sus procesos.
En este contexto, una conclusión asomó con fuerza. “Para la proyección y futuro de la actividad pesquera era necesario enfrentar los problemas y trabajar con energía por generar una actividad sustentable, cuyo objetivo fuese mantener las biomasas de los recursos pesqueros en condiciones óptimas, es decir, incorporando planificación y criterios científicos a la actividad”, señaló el Vicepresidente Ejecutivo de Asipnor, Marcos Gómez. Era un paso lógico, ya que sólo la disponibilidad futura de las especies hace viable la existencia de las empresas del rubro.
Una industria que se exige más
Probablemente pocos sectores productivos pueden mostrar una línea de trabajo más coherente que el sector pesquero industrial de la zona norte. Una prueba de ello es la detención voluntaria de la actividad extractiva cada vez que los indicadores biológicos -que sigue periódicamente el Centro de Investigación Aplicada del Mar (CIAM) – así lo determinan. Es decir, las empresas pesqueras toman medidas preventivas cuando se detecta que la talla y el estado de madurez de los peces, dan señales de alerta respecto a sus ciclos de crecimiento y reproducción, buscando protegerlos en sus períodos más sensibles. Estas detenciones son independientes a las vedas determinadas por la autoridad, contribuyendo al fortalecimiento de las pesquerías. En suma, “en pro de la sustentabilidad, la industria se autoimpone parámetros operativos que resultan incluso más exigentes que los fijados por la normativa vigente”, indica Gómez.
En este proceso de búsqueda de buenas prácticas, la industria ha solicitado al CIAM su apoyo en procesos de certificación de explotación sustentable claves en el ámbito alimentario y pesquero internacional.
Dos de los principales actores de la industria pesquera, Corpesca y Camanchaca, han obtenido certificaciones de sustentabilidad de reconocimiento internacional, como la Friend of the Sea y el Estándar Global para la Abastecimiento Responsable (IFFO RS), elementos que dan cuenta de las prácticas pesqueras responsables del norte chileno para consumidores de todo el orbe.
Los resultados recogidos han derivado en una serie de acciones, como el robustecimiento de información sobre la fauna acompañante de la anchoveta, así como el desarrollo de un macizo plan de mejoramiento pesquero, tendiente a superar cualquier exigencia de este organismo independiente. En este contexto, se ha estado trabajando en conjunto con varias organizaciones, como el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), entidad con la que ha realizado seminarios y trabajos de investigación. Asimismo, hay una interesante labor con académicos de las principales universidades del país, realizando estudios para conocer en profundidad el comportamiento y la concentración de anchoveta en el norte de Chile.
“Este trabajo se complementa con la exhaustiva capacitación en la que participan oficiales y tripulantes de las naves pesqueras, cubriendo los distintos aspectos para el desarrollo de una pesca responsable”, agrega Gómez. Aquí, el reconocimiento de las especies protegidas, así como el entrenamiento del personal para devolver con vida al mar los ejemplares que eventualmente son capturados, resulta clave. El oportuno reconocimiento de especies protegidas, la implementación de tecnología para el ahuyentamiento de ellas desde los lugares de pesca y -en ocasiones- la devolución de especies como lobos marinos, delfines y tortugas al mar con vida ha permitido, que la pesca industrial de la zona norte tenga los menores registros de descarte evaluados a nivel nacional por el estado a través del Instituto de Fomento Pesquero.